Harriet Ann Jacobs luchó desde niña por huir de la esclavitud y alcanzar  la libertad que solo parecía ofrecer el norte idealizado. Su primera ama le  enseñó a leer y escribir, las únicas armas con las que Jacobs podía contar  para luchar por un futuro lejos de las plantaciones y que le permitieron narrar  en primera persona los abusos sexuales a los que estuvo sometida o los  años que pasó escondida en un oscuro sótano, en el que su única escapatoria  era soñar con un ansiado viaje en el «ferrocarril subterráneo». Jacobs  pudo finalmente reunirse con sus hijos en Nueva York tiempo más tarde,  donde también tuvo que vivir con el temor a ser arrestada por ser una esclava  fugitiva, hasta que su empleadora Cornelia Grinnell Willis pagó por  su libertad.  Jacobs decidió escribir su autobiografía impulsada por una amiga, Amy  Post, una cuáquera abolicionista y sufragista. Finalmente, en 1861, publicó  Episodios en la vida de una esclava, bajo el seudónimo de Linda Brent.  A través de sus vivencias, Jacobs deseaba apelar a las conciencias de las mujeres  blancas del norte y convertirlas en sus aliadas en la luch